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“Cuando el alma se comparte…”
julio de 2011
Con sus pies aún
torpes, su cabello negro largo y alborotado y sus ojos de azafrán, se acerco Bastian
mi hijo de cuatro años, para darme un beso mientras yo le abrazaba con fuerza y
le preguntaba susurrándole al oído.
- ¿te cuento un
secreto?,
- no mamá, respondió,
los secretos, no se cuentan.
¿Cuántos secretos
llevamos en el alma?, callamos porque creemos que haciéndolo no lastimaremos a
terceros, callamos porque preferimos ignorar la realidad porque nos duele
enfrentarla, callamos porque tememos ser devaluados por otros, callamos por
comodidad, callamos porque no queremos
lastimar a terceros, callamos porque tememos a nuestros propios fantasmas,
somos incapaces de enfrentar nuestros miedos.
Cuanto trabajo nos da
romper los esquemas, armarnos de valor y reconocer nuestras debilidades, pero
¿que pasa cuando los secretos le afectan a las siguientes generaciones?
La tarde comenzó a
enfriar y el tiempo trascurrió mientras me cuestionaba las razones que tenemos para
callar, la lluvia comenzó a golpear las ventanas de la casa y el viento soplaba
sin temor a ser escuchado. Mis secretos… ¿podré contar algún día mis secretos?
¿A quien le pertenecen sino a mi? Mis pecados, son tantos, tantos que no tendré
entrada al cielo. Soy tan buena para
pecar y tan negligente que los guardare para mi. ¿Le haría algún beneficio a
alguien? ¿Tener secretos es engañar a alguien mas? Son tesoros para uno mismo
que comparte con un amigo que nos comprenda y no nos juzgue? ¿Cuánto tiempo
tardan en salir a la luz? ¿Realmente se puede guardar un secreto para siempre?
¿Me beneficia quedarme callada y no compartirlos con nadie?
Me serví una copa y me
senté frente de la computadora para dejar que mis ideas fluyeran, las teclas
calientes, mi espalda pesada y mis ojos cansados, me indicaban que ya era noche
y debía ir a atender a mi marido.
Mi mente seguía dictándome
las palabras que debía escribir antes de irme a descansar. Cuando uno tiene un
nudo en la garganta, cuando se siente que ya no puede mas, cuando las lágrimas
de la verdad quieren salir a cambiar la vida es el momento de abrir la boca.
Cuando uno mira al cielo buscando respuestas creyendo que el poder de Dios no
tiene misericordia con uno y solo nos resta no poner resistencia a los sucesos
que la vida nos pone enfrente. Los secretos no se deben contar opina mi hijo de
4 años, quizá el tenga razón, son tesoros o ataúdes para uno mismo que uno
mismo se genera.
La libertad de
compartir con los demás lo que uno ha vivido, decidido, pensado, temido,
ansiado, sufrido o gozado… es el poder que alivia el espíritu.
Ya acabó el fútbol y
estamos solos, me grito mi esposo, apúrate, siguió gritando. Deje a mi hijo con
mi comadre Gaby porque mañana tengo una
entrevista y no quiero llevarlo a la cita.
Mi humilde opinión…
abrir la boca si es en beneficio de los demás, y seguir con lo que el alma se comparte..
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